La cita era en la estación, a las 8,15h. de la mañana. Las chicas de Violeta íbamos ataviadas con nuestra camiseta, excepto alguna honrosa excepción que portaban la azul oficial de la carrera.

Después de unos minutos de espera, llegó el tren, y subimos todas en tromba. Ocupamos dos vagones, y los llenamos de risas, ruído y alegría mientras la gente, soñolienta, nos miraba con curiosidad.

Cuando llegamos a Arco del Triunfo, lugar donde comenzaba la carrera, aún faltaba algo más de una hora para que empezara, teníamos tiempo de sobra para todos los prolegómenos. Recogimos el chip, nos colocamos los dorsales, nos hicimos las fotos de rigor, y las que no habían desayunado se estuvieron reponiendo. No dejaban de llegar mujeres, de todas las edades, de todas las clases. También algunos hombres, unos acompañando a sus parejas, otros se acercaban sólo a curiosear.

Nos enteramos allí que iban a participar María Vasco y la presentadora Elsa Anka, como famosas que apoyaban la carrera y su buena causa. ¡Qué pocas! Fue la primera vez que tuve la sensación de que, a pesar del éxito de participantes, algo raro pasaba entre la carrera y los medios de comunicación.

Los patrocinadores comenzaron a repartir cosas. Primero fueron los globos rosas, después latas de una conocida cerveza sin alcohol, y una bolsa con bandejas de canelones. Las chicas del grupo lo recogían todo, a mi no me seducía la idea de hacer la carrera cargada hasta los dientes, ya llevaba bastante peso. ¡Y hasta raviolis se repartieron! ¡Con que placer se los comía la gente! Debían estar exquisitos.

Y por fin llegó la hora de la carrera. Había tanta gente que tuvimos que hacer diez minutos de cola antes de llegar a la línea de salida.

Ya en la carrera, nuestra compañera Eva cogió la cabeza, marcando un ritmo tan intenso, que nos costaba seguirla. Gran parte del grupo se perdió, quedaron atrás caminando más tranquilamente. Todo el tiempo íbamos rodeadas de mujeres, era difícil adelantar, tampoco queríamos, íbamos hablando, riendo, bromeando, y sobre todo nos metíamos con Eva, que para ser la mayor, menuda caña nos estaba dando.

De vez en cuando, las corredoras aplaudían, o gritaban, nadie sabía por qué, pero todas las apoyábamos con nuestros propios aplausos. Había madres con los carritos de sus hijos, chicas con sus perros, niños y niñas, y algunos hombres, que nos acompañaban sin dorsal.

Al llegar a Las Ramblas, nos pasamos al paseo central, porque por el lateral era imposible andar por la acumulación de gente.

Por fin llegó la meta. Nos sentimos orgullosas por haber llegado, y también porque nuestro tiempo, 54 min según la organización, había sido bastante honroso. Es mejorable, y el año que viene hay que entrenar más, pero no ha estado mal para ser la primera vez.

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